Don Arcadio
González es una de las figuras más importantes de la educación y la labor
social de la iglesia en Torrelavega. Don Arcadio, como es recordado, nació en
le pueblo palentino de Antigüedad, el 4 de marzo de 1888. En 1914 fue ordenado
sacerdote, siendo destinado en Torrelavega en 1922. Murió en 1974, descansando
sus restos en el antiguo cementerio de Geloria, en nuestra ciudad.
Nunca
estuvo vinculado a ninguna institución ni parroquia, realizando una gran labor
a través de su escuela, dedicada a la atención de muchachos humildes, muchos de
los cuales llegaron a destacadas posiciones dentro de la jerarquía eclesiástica,
y todos a labrarse un futuro gracias a sus enseñanzas.
Uno de sus
más famosos alumnos fue el posterior alcalde de Torrelavega, ya fallecido, José
Gutiérrez Portilla, quien, en el homenaje tributado al cura, en 1986 le apodo
el título que aun se recuerda, “el maestro de los sin título”.
Su labor
está vinculada a otros dos maestros de la ciudad, Salomón Calle Salam y su esposa
Covadonga Fernández, con quienes fundó en la calle Joaquín Hoyos, frente a 'la
fábrica de la luz', un colegio que llamaron del Sagrado Corazón y San Luis
Gonzaga. Poco después se quedó solo en la escuela cuando el matrimonio se
integró en la escuela pública.
El primer
alumno que tuvo la escuela fue Ángel Muela Palacios, uno de los fundadores del
Coro Ronda Gracilazo. Otro de sus conocidos discípulos sería Ernesto González
de la Vega , director
posterior de caja Cantabria y padre de un importante escultor local.
La escuela impartía,
por siete pesetas al mes, clases desde parvulitos, hasta el instituto. Tras esa
etapa pasaban a la universidad o entraban a trabajar en una empresa bajo su
tutela.
Vivía en la
calle Torreanaz con dos sobrinas, con las que vivió, incluso tras el cierre de
su escuela en 1950, hasta su muerte.
Uno de sus
alumnos, Gutiérrez Portilla fue quien, siendo alcalde, le dedicó esta calle, y
el monolito que en ella existe, el 14 de junio de 1986. El monolito es obra de Jesús
González de la Vega.
Junto al
monolito, plantó un árbol el médico Germán Castellano Barca, en recuerdo de
unos versos con los que don Arcadio había querido recordar a su padre,
labrador, y su propia vida como maestro: «Imitando a mi padre/que, anciano, un
plantel plantara/yo planté una viña de vidas humanas».
El perfil
escultórico, que presenta un extraordinario parecido con el llorado Papa
Woytila, ha quedado imbuido en esa desidia y suciedad que llega a tantos
rincones de Torrelavega. Mejor pensar que sea eso que el hecho de que la sotana
de don Arcadio haya querido ser borrada, a pesar de que su recuerdo queda en
generaciones por vivencia y quienes no le conocieron, por relato.
Fui mi maestro del que guardo un recuerdo entrañable. Ayude muchas veces a su misa antes de ir al colegio. No le olvidó nunca sus enseñanzas y educación cariñosa han permanecido en mi memoria después de tantísimos años. Gracias Don Arcadio !! J.L. Trueba
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