viernes, 26 de abril de 2013

Antonio Bartolomé Suárez (castellano)






Antonio Bartolomé Suárez nació el 6 de agosto de 1907 en Reocín, en una humilde familia de mineros, pero dotado de una innata y precoz inteligencia. Contribuyó a la investigación histórica de Cantabria cuando el 8 de febrero de 1957 descubrió entre papeles que iban camino del olvido o la destrucción, la documentación más importante del famoso Pleito de los Valles, querella que durante siglos mantuvieron los valles montañeses contra el poder del Marqués de Santillana y Duque del Infantado. La inteligencia del joven Antonio pronto fue descubierta por los maestros de su pueblo natal, y en 1918, cuando contaba con 11 años, ingresó en el Seminario de Corbán. Allí permaneció hasta 1923, fecha en que, convencido de que no era su camino el del sacerdocio, decidió abandonar el seminario. A pesar de la profunda formación intelectual recibida, Bartolomé tuvo que transitar por diversos trabajos, tanto en Torrelavega como en Santander. Fue peón en la Real Compañía Asturiana de Minas, camarero en Torrelavega y dependiente de ultramarinos en un negocio de la capital. En 1932 se funda la SAM (Sindicatos Agrícolas Montañeses) donde ingresa en el momento de su puesta en marcha. Forma parte de la plantilla encargada del laboratorio químico, conociendo pronto el proceso de fabricación de los diversos derivados de la leche. Cuando la producción industrial de la SAM va incrementándose de forma generosa, Antonio Bartolomé va a trabajar de inspector lácteo recorriendo todos los pueblos en los que la empresa mantiene puestos de recogida de leche. También es nombrado vocal de la Junta Rectora del Montepío de Industrias Lácteas, Chocolates y Similares, entidad fundada por representantes de toda España para la ayuda y protección del personal trabajador del ramo, cargo que entre 1949 y 1954 le propiciaron acudir a Madrid periódicamente, permitiéndole conocer a personalidades de este sector y a políticos de la época. Su talento como escritor y periodista surgió en noviembre de 1952, cuando la cooperativa lechera creó su revista divulgativa para sus asociados denominada “SAM”. Bartolomé se encarga de llevar a cabo varios apartados, tales como entrevistas a ganaderos o fundadores de la cooperativa, noticias sobre las ferias que se desarrollaban en la región, divulgaciones sobre temas agropecuarios, etc... Era tal el número de artículos que redactaba en la revista que en los talleres tipográficos llegó a llamarse a esta revista “las obras completas de Bartolomé”. Es a partir de esta colaboración cuando Antonio Bartolomé tiene ocasión de desarrollar todo su acervo cultural desde el punto de vista literario, toda vez que, conocidas sus crónicas, el entonces director del diario “Alerta” de Santander le promueve para que se encargue de atraer el interés por el campo y las ferias en una sección fija del periódico. Conocidas sus dotes y cualidades personales, la dirección del periódico le nombra corresponsal informativo y administrativo en Torrelavega, cargo que ocuparía hasta su retirada en 1985, con setenta y ocho años. En la sección de Torrelavega crea una columna semanal denominada “Las cosas de tía Josefuca”, personaje imaginario que, con expresiones coloquiales del mundo rural, daba rienda suelta a las críticas de los diferentes problemas de la vida torrelaveguense, que no cabían, por razones obvias, en secciones de más seriedad. Estas escenas costumbristas, a las que se unían sus artículos sobre el campo, las ferias, reportajes, entrevistas a personajes del pueblo, crónicas de viajes por Suiza, Francia y Holanda .... . A instancias de diversas entidades e instituciones se le ofreció un concurrido homenaje en Santillana del Mar en 1986. En 1987 recopila diversas notas que ha ido recogiendo en sus andanzas por los pueblos de Cantabria y las publica en un primer volumen titulado “Anecdotario Montañés”. Tardaría en llegar al público su segundo libro, dedicado a frases y sentencias oídas en los pueblos. Se trata de “Aforismos, giros y decires en el habla montañesa”, estudio avalado por la Universidad de Cantabria que vio la luz en 1993. Un segundo repaso a todo su anecdotario de la vida rural montañesa se recogió en 1995 bajo el título de “Cosucas y Quisicosas”, recopilación de sus colaboraciones a lo largo de muchas décadas en la revista de “La Obra San Martín”, colaboraciones que dieron motivo a que esta fundación le distinguiera en octubre de 1998 con “El San Martín de la Media Capa”, talla que exalta los valores de aquellos benefactores de la obra. El 13 de junio de 2001 se presentó la obra “Carácter montañés”, recopilación de trabajos de Antonio Bartolomé, junto a otros de “Masio el de la Hayuela” y Pedro Madrid. Entre las diversas distinciones y reconocimientos que recibió, destaca el título de “Hijo predilecto del Ayuntamiento de Reocín” que el municipio minero de su pueblo natal le entregó en 1996, distinción que colmó uno de sus mayores anhelos, dada su pasión y amor por la tierra en que nació. La Asamblea de socios de la cooperativa SAM, y en mérito a sus 46 años de colaboración con la revista de la fábrica, le rindió un homenaje multitudinario donde se le entregó un placa conmemorativa. Murió en Torrelavega el 21 de septiembre de 1999 a los 92 años de edad, y después de su muerte el Ayuntamiento de Torrelavega le dio su nombre a una calle del Arco Norte del Boulevard Ronda de la ciudad. También la cadena SER en Torrelavega, en su aniversario, colocó una placa conmemorativa con el nombre de Bartolomé en el vestíbulo del Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega, mercado por el que tanto luchó desde sus columnas en el diario Alerta.

Bibliografia:

No hay comentarios:

Publicar un comentario