lunes, 4 de noviembre de 2024

La historia de Torrelavega


Torrelavega hoy en día es una ciudad industrial y comercial muy importante en Cantabria, pero en la antigüedad era una pequeña villa que fue creciendo a orillas del río Besaya. Conocer sus orígenes es necesario para entender como ha llegado a ser nuestra la ciudad en la actualidad.

De la época prehistórica hay pocos hallazgos: se han encontrado pinturas rupestres en las cuevas de la Busta y en las de Quijas, y cerámicas de bronce o hierro y pinturas en Tanos y Viérnoles.

La invasión romana, y posterior romanización, no fue profunda en esta zona, ya que hay pocos restos arqueológicos.
Los primeros escritos sobre la aldea no aparecen hasta el siglo XIII, en la Edad Media. Fue fundada por Garci Lasso de la Vega, en la época del rey Alfonso XI. Su hijo, Gonzalo Ruiz de la Vega, destacó en la batalla de Salado en 1340, donde cuenta la leyenda que mató al moro que llevaba la bandera cristiana del “Ave María”, recuperándola y colocándola en su escudo. Así pasó a ser el emblema familiar, y llegó a ser parte del escudo de la villa, tal como aparece en la actualidad.
Una de sus descendientes fue Leonor de la Vega, madre del Marqués de Santillana, quién construyó una torre para administrar los impuestos y privilegios de su territorio.
Entre los siglos XV y XVII el municipio dependió de los Duques del Infantado, sucesores de los fundadores, siendo la forma de subsistencia, en la aldea de la Vega, explotaciones agrícolas tradicionales y el ganado. A partir del XVII, se desarrolla un importante crecimiento industrial: fábricas de harina y curtido, establecimientos comerciales de telas, quincalla, comestibles y tabernas.
Desde el siglo XVIII, la aldea se llamó Torrelavega por la torre de la familia Vega.
A finales del XVIII se comienza a trazar la carretera Santander-Asturias, que formó el actual cruce de Cuatro Caminos. La creación de este nudo de comunicaciones promovió la instauración de un mercado de ganado en 1799, que convirtió a Torrelavega en el núcleo central del intercambio comercial ganadero. En la actualidad continúan las ferias ganaderas en el Mercado Nacional de Ganados.
A lo largo del XIX se potenciaron las comunicaciones con la implantación de las vías férreas que comunicaron Torrelavega con Castilla y Asturias, y se produjo un ascenso económico de la población. En esta época llegó la independencia de los Duques del Infantado y se comienzan a implantar las industrias en la comarca: se descubren las minas de zinc de Reocín (1853), se instala la Azucarera Montañesa(1898), que por falta de rendimiento se transforma en la Lechera Montañesa, que es el recinto actual de la Feria de Muestras de la Lechera, y en 1904, se comienza la construcción de Solvay, que sería una importante fábrica de producción de sosa cáustica.



Estas grandes industrias, el mercado, los establecimientos de comercio, la pequeña industria y los talleres, transforman Torrelavega en un núcleo industrial clave en la comarca del Besaya. Pasa de ser una villa agraria de 78 vecinos en el siglo XVIII, a ser el segundo centro económico regional en el siglo XIX.
Maria Cristina de Habsburgo-Lorena, regente de su hijo, del rey Alfonso XIII, otorgó a Torrelavega el título de ciudad en 1895, por el aumento de la población y el progreso de su industria.
La época de apogeo de la ciudad fue entre finales del XIX y principios del XX, ya que después la ciudad sufrió altibajos demográficos y económicos. Tras la Guerra Civil, el desarrollo industrial no continuo con la misma intensidad debido a la mala situación socioeconómica del país y la región, pero de todas formas llegaron empresas como Sniace y la Continental Fábrica Española de Caucho.
La ciudad sufrió una grave crisis en la década de los 80 y 90 por la recesión industrial de toda la comarca, que se consiguió recuperar.
Ahora estamos en un nuevo periodo de crisis a nivel nacional e internacional que se nota en la economía de la ciudad, pero seguro que conseguimos recuperarnos también y conseguir que siga creciendo la población, el comercio y la industria.

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