El voleibol
en Torrelavega es un deporte histórico que ha recuperado su vieja gloria esta
temporada. Aunque se inició oficialmente en 1966, ya desde 1954 el Instituto
Marqués de Santillana, el colegio de los Sagrados Corazones y la industria
papelera de la zona, Sniace, habían dado los primeros pasos para crear una
estructura deportiva estable. Exclusivamente volcado en el deporte femenino, el
voleibol Torrelavega se convertiría en los siguientes años en un elemento
esencial de la promoción de la mujer y sus valores.
Tras
alcanzar la élite en 1975, consiguió su apogeo en las dos décadas siguientes,
en las que se convirtió en un clásico de las competiciones europeas, y logró
una liga y dos copas, siendo un semillero para los grandes clubes y la
selección nacional, lo que servía de acicate para una cantera de niñas, cada
vez más importante y mimada. Una época marcada por grandes figuras como Marta
Eguren o Cristina Sánchez, entre otras.
Su
decadencia se iniciaría, sin embargo, cuando su modestia chocó con los
presupuestos de los grandes clubes, lo que le llevaría, incluso, a renunciar a
la máxima categoría por falta de recursos.
El apoyo
del gobierno regional, el tesón de mujeres como su presidenta, Jezabel Tazón, y
su capacidad para integrar a las nuevas culturas de la ciudad le devolvieron a
un merecido primer plano a comienzos de este siglo, de la mano de otra
excepcional generación, con jugadoras como Cira Domínguez o Aroa Sánchez.
Jugadoras como la brasileña Juliana Escobar supieron compaginar su pasión por
el voleibol con su carrera, con su familia y con su labor de formación de
cantera, a la que se dedicaba, como entrenadora, al igual que sus compañeras.
Filosofía que potenció otro miembro importado, el entrenador argentino Marcelo
De Stefano, máximo responsable técnico del equipo hasta hace poco, entrenador
en las categorías inferiores y coordinador de las escuelas deportivas
municipales de voleibol.
En los
últimos años, el voleibol Torrelavega ha sabido generar una nueva cantera llena
de nombres relevantes, como nuestras compañeras de La Paz Paula y Sara del
Olmo, Patricia del Val, Aida Illerias, Gabriela Abascal, Cristina Ordoñez o
Susana González entre otras. Y ha sabido, como en sus orígenes, seguir siendo
algo más que un equipo deportivo, al representar un ejemplo de promoción y de
la mujer, y simbolizar que la cooperación entre culturas e identidades
diferentes sosteniendo la fuerza y el desarrollo de una sociedad cada vez más
abierta y renovada.
Sin
embargo, su destino siempre ha chocado con aquello que en deporte debiera ser
secundario, el dinero. El año pasado, los rigores presupuestarios cerraron sus
aspiraciones deportivas. Este año, el
Voleibol Torrelavega, volvió a la carga, fiel a su leyenda. De la mano de Álex
Río y Esther Herrera, han luchado con cabeza y con pasión en una liga que se
hace pequeña para un corazón tan grande, protegiendo al primer equipo, y
mimando a los 14 equipos de base donde se forma la flor y nata de la juventud
local, en femenino.
Ayer, tras
derrotar a La curtidora, el equipo en cuyas filas compite la mejor atacante de
la liga, la americana Vanesa Murray, ya tienen el ascenso, incluso antes de
acabar la competición.
Entre tanta
alegría, el entrenador del equipo desvelaba un rasgo del club, la sensatez.
“Jugar con dignidad en la
Superliga implica triplicar el presupuesto actual y reunir
unos 160.000 euros. Creo que con los patrocinadores actuales podemos seguir
contando. Lo que no sé es si las instituciones podrán ayudarnos”.
Me han
llamado la atención, en ese aire eufórico que se vive en estas horas de
merecido triunfo, tres detalles, no se si muy perceptibles. El silencio de la
ciudad. No ha habido autobuses descapotables, ni portadas en las ediciones de
los medios audiovisuales, ni recepción (aun) ante multitudes en el
ayuntamiento. Hechos todos ellos que se producirían ante un miserable empate en
un amistoso, de cualquiera de los clubs de fútbol de la región que,
especialmente el Racing, acaparan el 90 por ciento de la atención de los medios
(en temas deportivos), y no por ser, precisamente, un ejemplo moral para
jóvenes y mayores.
También me
llama la atención el silencio administrativo. Del fútbol, del Racing
concretamente, se habla siempre con cifras de siete dígitos a fondo perdido. La
presión que la opinión pública y los medios de comunicación ejercen por “los
colores” de ciertos equipos llevan a las administraciones a enterrar miles de
euros en proyectos inviables, inmorales y en los que, nunca lo sabremos, el
deporte se ha convertido en un sucio trapicheo entre dirigentes y empresarios.
El voley no. El voley es un deporte. Es una forma de cultura, un rasgo de
identidad colectiva en el que unos esforzados entrenadores educan, forman y
hacen crecer a chicos y chicas que sin el deporte, posiblemente serían peores
personas, influidas por ese enjambre de sinvergüenzas que nos chulean los
cuartos desde, entre otros barrizales, el fútbol. El remo, el baloncesto, el
balonmano, el atletismo o el voley si cumplen con la función social del deporte
entre los jóvenes. El fútbol esta por ver. Eso sin citar otras patochadas en
las que las administraciones malgastan nuestros impuestos.
Pero lo que
me parece más sublime de esta historia son las declaraciones de Ángel Neila,
presidente de estas niñas del voley. “Vamos a intentar reunir ese dinero. Con
todas nuestras fuerzas. Lo contrario sería una falta de respeto para toda
Torrelavega». Pero ante todo hay una prioridad. No vamos a hipotecar el club.
Todas las directivas que han pasado por aquí han tenido muy claro que el Club
Voleibol Torrelavega no se puede endeudar. Y es que endeudarse por el sueño de
jugar un año entre la élite del voleibol español podría echar al traste el
proyecto de futuro de un club con 14 equipos en las categorías de base, y eso
lo debemos salvaguardar”.
Que más se
puede decir. Un beso inmenso para las niñas de la Habana Vieja , el
pabellón donde juegan las mejores.
Zina / eolapaz
Para Crónicas de Torrelavega
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Imagen
contrameta.con y clubvoleiboltorrelavega.com
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